martes, 25 de enero de 2011

FRACASO ESCOLAR EN EL NOMBRE DEL SEÑOR

Apenas hemos comenzado el curso y ya empiezan a verse en el plano real aquellos riesgos que antes figuraban sólo en un papel titulado “proyecto”.
Efectivamente, todo proyecto de cooperación al desarrollo debe incluir un apartado que haga mención a los posibles riesgos, a los obstáculos que previsiblemente pueden encontrarse en el camino y que dificultan o ponen en peligro su éxito, el cumplimiento del objetivo para el que fue diseñado.
En este apartado, en su momento pensamos que el mayor riesgo que había era la deserción de los propios beneficiarios, fundamentalmente, por motivos económicos, aunque también sociales y culturales. Frente a esto, también se hace mención a las medidas que se van a tomar para eliminarlos si es posible, o reducir su impacto. Y ahí citábamos el trabajo psicológico, reflejado en los talleres de refuerzo personal, y al seguimiento continuo de los alumnos.
Ahora veo esto en el plano real, y me entristece mucho ver que en algunos casos no estamos consiguiéndolo, esto es, tenemos bajas definitivas en nuestro programa de formación.
Aunque también hay casos en los que gracias a ese seguimiento, parece que estamos consiguiendo vencer al enemigo.
Es el caso de una alumna, que trabajaba los sábados todo el día – la capacitación de emprendimiento tiene lugar los sábados de 8 a 12 – y conseguimos convencerla de que pidiera ayuda, negociara con sus jefes… finalmente podrá venir de 8 a 11.30 y durante esas horas su madre la sustituirá.
Otro caso es el un chaval de 20 años que no ha venido ni un solo día a clase, y consecuentemente, había sido “borrado” de la lista y sustituido por otra persona que aprovechara su plaza.
Ayer vino a verme y me contó que había tenido que trabajar todos los días desde bien temprano ayudando a su padre, pues el que habitualmente lo hacía, su hermano mayor, había conseguido trabajo en el aeropuerto y por tanto no podía seguir colaborando con él. El chaval añade que en su casa no hay “tradición” de estudiar y que por eso sus padres no lo consideran algo fundamental, más bien, un lujo que no se pueden o no se deben permitir.
Quedamos en que hablaríamos con su padre, explicándole la importancia de este programa formativo para su hijo, que además sólo le robaría 8 horas a la semana, pudiendo ayudarle el resto del tiempo.
Hoy volvió a mi oficina y me contó que había hablado con su padre, y éste había accedido a “dejarle” estudiar. Así que espero contar con él a partir del jueves, día en el que tienen taller de refuerzo personal, que en su caso además creo que le va a venir de maravilla.
Pero no todo son éxitos en esto del seguimiento.
Otro de nuestros pocos jóvenes “hombres” que al menos aparentemente estaba muy ilusionado con participar en el proyecto, ha decidido que no vendrá, en este caso, también por estar ocupado los sábados, pero por una razón bien diferente a las anteriores.
Es miembro de la iglesia adventista que queda a dos cuadras de Actuar por Bolívar. Y los sábados a esa hora suelen tener algún tipo de actividad – normalmente, rezar y alabar a Dios – y está absolutamente convencido de que Dios quiere que siga haciéndolo en lugar de capacitarse.
Le insistí en que hablara con su “pastor” (por experiencia sé que en este tema no suelen hacerme mucho caso) y que le planteara su conflicto para que él le diera alguna alternativa que le permita venir a clase los sábados y estar “en paz con Dios”. Pero no ha habido forma.
Así que con todo mi dolor le he tenido que decir “adiós” no sin desearle mucha suerte y recordarle un pasaje del evangelio en el que a Jesús le recriminan estar curando enfermos un sábado, cuando el sábado es el día del Señor. Jesús contesta algo así como “ ¿quien de vosotros si se le cayera un hijo o un buey a un pozo no iría a rescatarlo en sábado?”.
Y confieso que este pasaje no me lo sé por casualidad.
Lo recuerdo porque he tenido que echarle un vistazo a la Biblia últimamente, porque este es el tercer caso con el que me topo de chavales que dejan de venir a clase por cumplir con sus obligaciones para con Dios. En este caso, están aprendiendo a hacer sandalias, y uno de ellos suele venir también a mis “clases” de refuerzo escolar porque va como cuatro cursos por debajo de lo que debería para su edad.
Y no he sido capaz de convencerles de que Dios quiere que salgan adelante, que estudien, que aprendan, que puedan tener un oficio que les dé de comer el día de mañana. (No les hace falta, porque, ya sabes, Dios proveerá)
Así que en mi desesperación me puse a buscar pasajes bíblicos, y este es uno de los que pude encontrar, en los que se hablaba precisamente de esto, de “saltarse” la norma del sábado para hacer otra cosa que tenga realmente importancia no sólo para uno, sino para la comunidad, porque estos chicos venderán lo que aprendan a hacer con sus manos y con eso darán de comer a los múltiples hermanos, primos, e incluso vecinos, que suelen habitar en sus “casas”.
Pero me olvidé de un pequeño detalle, y es que estas “iglesias” no creen en la figura de Jesucristo y consecuentemente, lo que digan los Evangelios como que les da bastante igual…
Son jóvenes, muy jóvenes, y por tanto inconscientes del lavado de cerebro al que están siendo sometidos…. Para más inri, el pastor les hace “ayunar” una vez por semana como mínimo. Y yo me río por no llorar, porque si hay algo que hacen estos chicos cada día de sus miserables vidas es justo ayunar.
Con este obstáculo no contamos en el diseño del proyecto. Con este obstáculo de hecho no cuenta nadie. Porque desde que todo tipo de iglesias son legales en este país, parece que no hubiera nada que hacer frente a estos lobos que se llaman pastores y que están devorándose poco a poco a las jóvenes ovejas de los barrios pobres.
Y yo me pregunto ¿Será que a nadie le importa?

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