jueves, 17 de abril de 2008

NO LES PIERDO LA PISTA

Han pasado ya casi dos meses. Deivis era un niño flaco y triste, no se adaptaba a la nueva vida que tenía en la guardería. Estaba mal alimentado. Lloraba constantemente.
Yo me propuse engordarlo y hacerle sonreír, pero en mi corta estancia en Cartagena apenas me dio tiempo a poner los medios para el primer objetivo, el segundo ya era más difícil.
Han pasado dos meses, pero ha ocurrido.
Mis "agentes espías" cartageneros así me lo han confirmado. Deivis sonríe de oreja a oreja y aunque sigue algo flaco, está mucho mejor de peso, también han mejorado sus hábitos de alimentación.
Y saber que eso es así me hace tremendamente feliz.
No sé si conocemos a Dana en el blog, es una de las niñas que ya cumplió los 18 y salió del hogar por imperativo legal. Tiene una niñita, Nicol, que calculo en breve cumplirá un año, y viven con la abuela. Las tres sobreviven con una pequeña pensión, que les dá para comer lo justito pero no para lujos como, por ejemplo, coger un autobús. Un autobús que lleve a Dana al lugar donde se imparten cursos gratuitos para aprender una profesión, en este caso, la de cocina.
Estando en Cartagena, conseguí inscribir a Dana en uno de esos cursos, junto con otra de las niñas de La Troncal.
Previendo el problema de financiación del transporte, dejé dinero que calculé suficiente para todos los trayectos, considerando la duración del curso.
Cual es mi sorpresa cuando me entero de que Dana ha sido, temporalmente, contratada tras el curso para hacer un catering, creo que es su primer trabajo remunerado, pero ¡¡¡ ay !!!! hasta que vea algo de plata, no puede coger el dichoso autobús.
¿¿ sabe alguien lo bien que se puede sentir uno yendo al western union y mandando unos euros en concepto de transporte para este menester ??
Yo sí, es simplemente genial.
Sólo son unos pocos euros, gracias a los cuales, Dana podrá ir a trabajar toooodos los días. Sólo uno euros fueron suficientes para que pudiera aprender a cocinar. Y miren qué resultados.
Tras el cambio de casa, de ciudad y de trabajo, me pregunta la gente cómo me encuentro, emocionalmente, si soy feliz en Valencia, si me afectan mucho las horas y el estrés laboral.... La verdad es que soy tremendamente feliz, porque esté donde esté y me dedique a lo que me dedique, no pierdo por un instante mis verdaderas referencias. Sé distinguir por fin entre lo que es verdaderamente importante y lo que no.
Soy tremendamente feliz, porque en las ondas, a través del espacio, y por encima de ese enorme charco que me separa físicamente de estos niños me siento tan unida a ellos como si estuviera allí.

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