domingo, 24 de octubre de 2010

PRIMEROS DIAS PRIMERAS IMPRESIONES

Cartagena…. Tiene tantas historias que podría contar diez distintas cada día y no dar abasto.. Basta decir que, en mi opinión, ese realismo mágico tan aclamado a García Márquez no es sino la pura realidad de lo que aquí sucede, su mérito es el de saber retratar a los distintos estratos de la sociedad cartagenera, más que el de imaginar personajes o relatos más o menos surrealistas….porque existir, existen.
Pero vamos con estos primeros días de contrastes con el mundo “civilizado” del que vengo.
Ayer sábado dediqué la mañana a acompañar a una ingeniera agrícola (sueca, por cierto) que trabaja para Actuar por Bolívar, en una de sus visitas periódicas a patios productivos.
Estuvimos en dos de los muchos que hay por aquí, y ambos me dejaron impresionada. El primero era cultivado por una mujer de cuarenta años con tres hijos a su cargo – Lupe – que junto con sus padres, mayores ya, se dedica a cultivar maíz, ñame, yuca, albahaca, berenjenas, todo tipo de frutas tropicales….
Se trata de una familia de desplazados, esto es, gente que tuvo que huir de sus lugares de origen, dejando bienes, negocios, amigos y seres queridos, a consecuencia del conflicto armado que aún castiga determinadas zonas de este paradisíaco país.
La mujer aparte de explotar su pequeña finca, hace trabajos de costura, y estudia contabilidad en la Universidad, para poder controlar mejor su negocio. Me enseñó los “deberes” que le habían puesto para el lunes y no fui capaz de darle ni una pequeña ayudita…..Me estoy haciendo mayor…..
Llegaron aquí sin nada y a base de microcrédito y mucho mucho esfuerzo consiguen salir adelante. Gracias a Actuar, además, son proveedores de una asociación hotelera, que les compra sus productos como forma de poner en marcha algún tipo de fórmula de responsabilidad social corporativa, apoyando a su comunidad.
De este modo, esa albahaca que vi cultivada en aquel huertillo de El Membrillal, hoy estará decorando una deliciosa ensalada caprese en el lujosísimo hotel Santa Clara de Cartagena. Y la historia que hay detrás de esa hojita de albahaca me parece fabulosa.
Dejamos atrás a la señora Lupe (olvidé decir que su hijo el pequeño, Daniel , que anda por los 10 años, ya está empezando a ejercer de distribuidor y comercial, y le encanta su profesión), y entramos en otro patio productivo, éste explotado al 100% por personas mayores de 65 años.
Otro tema que me impresiona muchísimo aquí es cómo la gente “mayor” resulta ser infinitamente más trabajadora que la gente joven.
Yo me paso el día intentando echarles una mano a los jóvenes que he conocido años atrás en distintos hogares de fundaciones, buscándoles quien les financie la formación, ayudándoles a conseguir trabajo, y todos resultan bastante menos motivados para el sacrificio y el esfuerzo que cualquiera de estos abuelitos que cultivan su huerto del Membrillal.
Les compro unos platanitos pequeños pero deliciosos, y el encargado hace elogio de sus numerosas virtudes alimenticias, y de su poder afrodisíaco. Le miro algo escéptica, pero al juzgar por su sonrisa de oreja a oreja y el delatador brillo de sus ojos va a ser que sí…
Caminando por la plantación, nos encontramos con un señor bien viejito, que andaba cortando hojas con un machete, se veía bastante estropeadillo el pobre, y me contaron que había ido a sustituir a su hermano que se encontraba aún peor… El hombre tendría mil achaques, pero ahí estaba, un sábado entero, dedicado a la poda con toda su ilusión, feliz de sentirse útil y de ser productivo a pesar de las restricciones que su propia edad le impone.
Los viejitos de acá. Abuelas que cuidan de 6 nietos propios y ajenos para que las madres puedan trabajar, abuelos que mantienen familias enteras con pequeños trabajos que hacen aquí y allá….
Como esa otra viejita que según ella quería “poder aportar su granito de arena en la casa” (que por supuesto ella limpia, ordena y mantiene) y está cursando para ello una capacitación en fabricación artesanal de calzado. Le pregunté su edad. Respuesta: 80.
Y de repente, yo que vine aquí entusiasmada con el proyecto de apoyo a jóvenes emprendedores – y sigo, no se alarme nadie – me planteo si a alguien se la pasa por la cabeza diseñar algo que ayude a estos pobres viejitos, que lejos de jubilarse, siguen y siguen trabajando con ilusión hasta el último de sus días o hasta que el cuerpo se rinda tras años y años de lucha.
Y a mí que me parecía un abuso el síndrome de “abuela – canguro” que se gasta estos días en España….

1 comentario:

Clara Eugenia dijo...

Maite, muy bien sabemos que allá las pensiones brillan por su ausencia y si hay que darles de comer a nietos y demás allegados, como suele pasar, lo normal es que trabajen hasta que ya no puedan mas.... lamentablemente es así, aunque la vitalidad que tienen ya la quisieramos muchos para nosotros. Un beso desde Madrid